China-EU: cuando la guerra comercial deja de ser solo comercial
19 Abr 2025

China-EU: cuando la guerra comercial deja de ser solo comercial

Opinión de Mauricio Meschoulam | El Universal |

Hace unos días, un colega preguntaba si una guerra comercial como la que estamos viviendo podía incrementar el riesgo de conflictos armados. En ese momento me apresuré a responder que sí existen casos históricos para respaldar esa posibilidad, pero que no estamos aún en ese punto. Aunque los conflictos entre Estados-Nación han aumentado en la última década, los conflictos entre superpotencias (como China-EU) siguen siendo considerados como riesgos limitados por ahora. Lo que hace la guerra comercial es añadir una gota al vaso. Aunque pasados 10 días de esa conversación sigo pensando de forma similar, también he repensado parcialmente esa respuesta, especialmente tras observar la espiral ascendente, así como la intensidad y agresividad que la confrontación EU-China está adquiriendo en estos días. Todo ello parece exhibir una dinámica con vida propia que, de seguir escalando, podría salirse de las manos de todas las partes. En el texto de hoy explico por qué.

Primero, como ya lo escribí hace poco, lo que estamos viendo en estos momentos entre EU y China se puede entender mejor a través de la teoría de la guerra y la racionalidad bélica, que a través de otros instrumentos explicativos que se limitan al comercio o la economía. Las conductas y dinámicas que estamos observando, tienen que ver con la aplicación de la fuerza, mediante la implementación de tácticas ideadas para exhibir que las partes están dispuestas a seguir aplicando esa fuerza a pesar de los costos que ello conlleve para sus propios países. Ninguno de los dos países, hasta este momento, parece dispuesto a ceder. Algo que en el argot de teoría de juegos se conoce como un “juego de gallina”. Ambos actores saben que el continuar la confrontación resultaría catastrófico, pero ninguno de esos dos actores está dispuesto a conceder dado que ello le humillaría o desprestigiaría. Es decir, tal como ocurre en un conflicto armado, estamos ante una competencia de voluntades y de nervios que activan una lógica de acción-reacción y, por tanto, una espiral ascendente de violencia (entendida la violencia como una forma de interacción humana caracterizada por la agresión, la cual produce daños materiales, psicológicos, simbólicos o estructurales). Las espirales ascendentes frecuentemente adquieren una especie de vida propia y pueden salirse de las manos de los individuos que las activaron.

Segundo, la rivalidad China-EU va mucho más allá de lo comercial. Estamos hablando de la confrontación creciente entre un poder existente y un poder en ascenso, lo que se conoce como la trampa de Tucídides. Sin embargo, no se trata solo del ascenso material del poder emergente, sino el sentimiento de amenaza percibida dentro de Washington. Para entender esto último, nada mejor que el discurso que pronunció en 2018 el entonces vicepresidente de EU, Mike Pence, en el Instituto Hudson.

Algunos de los aspectos centrales de ese discurso fueron: (1) La concepción de que China está empleando un esfuerzo dirigido desde el gobierno que involucra a toda la administración pública, agencias y ministerios, para conseguir sus intereses de influencia global y específicamente profundizar su influencia en los EU. Esta serie de acciones conducidas desde el Estado, incluye instrumentos políticos, económicos y militares, además de propaganda y una guerra informativa; (b) La concepción de que este esfuerzo proactivo por parte de Beijing para ejercer influencia e interferir en la política interna estadounidense está siendo desplegado como nunca antes en el pasado y de manera cada vez más clara; (c) La concepción de que la búsqueda de influencia china no se limita a su propia región— Asia—sino que pretende expandirse hacia otros continentes; (d) Una visión negativa del déficit comercial de EU a favor de China, así como de iniciativas económicas como el programa Made In China 2025, y de infraestructura global como la Iniciativa Franja y Ruta (BRI); (e) La concepción de que China utiliza el endeudamiento de otros países, el comercio, la inversión y los lazos económicos que tiene para avanzar sus propios intereses, lo que incluye el robo de tecnología, investigación, desarrollo e innovación o la presión en contra de diversos gobiernos, incluidos algunos latinoamericanos, para alinearse con la visión geopolítica y estratégica de Beijing; (e) La idea del riesgo que representa el que China esté aumentando su gasto militar como lo ha hecho en los últimos años, así como el expansionismo en sus mares colindantes; (f) Concretamente, la acusación directa de que Beijing impide las operaciones de “libertad de navegación” y “acosa” a los navíos estadounidenses en “aguas internacionales”; (g) La concepción de China como un estado autoritario, espía, violatorio de los derechos humanos, opresor de las minorías y de su propio pueblo, y (h) De todo lo anterior se sigue la necesidad que tiene Washington de tomar pasos firmes para enfrentar cada una de esas estrategias de Beijing.

Esta percepción, que podríamos considerar ha permeado en distintos grados la mayor parte de los círculos políticos en EU, ha derivado en un consenso bipartidista acerca de que China debe ser contenida (aunque hay muchos matices en las tácticas a ser implementadas). El resultado ha sido no solo una rivalidad sino una confrontación abierta que incluye pero que no se limita a lo comercial. Por ejemplo, la competencia de ambas potencias por espacios de influencia en el mundo, la expansión china en sus mares colindantes y la decisión de Washington de contener esa expansión, además de la ciberguerra y guerra informativa que existe entre ambas potencias. Adicionalmente, desde hace muchos años, las dos superpotencias se encuentran en una carrera tecnológica y armamentista. De hecho, la evaluación que hizo el Pentágono desde 2017, fue que Washington estuvo demasiado tiempo distraída combatiendo al terrorismo (principalmente Al Qaeda e ISIS) y que de no cambiar el curso, Rusia y China bien podrían aventajar a EU en la carrera que señalo. Esto se ha traducido, además de la guerra comercial, en una guerra tecnológica entre ambas potencias.

En ese entorno podemos entender mejor los casos de Hong Kong y Taiwán. Para Beijing, el modelo de Hong Kong—Un País, Dos Sistemas—era una eventual posible solución que podría ser negociada para Taiwán. Sin embargo, a raíz de los movimientos de protestas masivas de Hong Kong, especialmente el de 2019, y las demandas prodemocracia que Beijing percibía como altamente influenciadas por Occidente, Xi Jinping llegó a la conclusión de que Beijing necesitaba repensar toda la estrategia. China aprobó una nueva ley de seguridad para Hong Kong e implementó una serie de medidas que fueron paulatinamente eliminando las posibilidades democráticas para el territorio. Era plena pandemia y Washington y el mundo estaban atendiendo otro tipo de prioridades, pero con ello, China mostró con claridad su mensaje.

El tema de Taiwán es incluso más sensible para China. Para Beijing, no se trata únicamente de una “isla” que “busca independizarse”. Por razones históricas, se trata del conflicto acerca de quién es realmente el legítimo representante de China. Por tanto, cualquier cuestionamiento de Washington a su propia postura oficial que consiste en la política de “Una sola China (con capital en Beijing)”, como sucede con las visitas de funcionarios estadounidenses a Taiwán, por no hablar del armamento y entrenamiento de EU al ejército taiwanés, se transforma en un tema inmediato de choque, de hecho, el más sensible de todos entre Washington y Beijing.

Así que considerando todo lo anterior, retomo el punto con el que inicié:

Si la espiral entre EU y China sigue escalando estamos frente a varias posibilidades. Dentro de ellas, existe un escenario en el que China podría sentirse altamente vulnerada por los efectos catastróficos que la guerra comercial podría tener para su economía, pero especialmente podría sentir que las opciones políticas para negociar con Washington se han agotado. En este escenario, China podría incrementar sus acciones expansivas en sus mares colindantes, probando la disposición de Trump a realmente respaldar a aliados con los que tiene pactos militares como Filipinas. Pero, sobre todo, Beijing podría ir paulatinamente incrementando los ejercicios militares—que ya se encuentran en niveles elevados—alrededor de Taiwán, así como sus amagues de bloquear a la isla. En otras palabras, sí hay escenarios plausibles consistentes en que, a partir de los efectos de la guerra comercial, asumiendo que no se llegue a algún acuerdo para detenerla, China incremente el tipo de acciones que tradicionalmente activan en Washington la decisión de contenerla.

La pregunta en estos tiempos sería si Trump tiene la voluntad y disposición de demostrar que EU respondería con determinación ante ese tipo de acciones por parte de Beijing. Sobre todo, considerando que justo el segundo día de ejercicios militares de China en la zona de Taiwán, Trump estaba imponiendo 32% de aranceles precisamente en contra de Taipéi (así como más del 20% en contra de otros aliados de la región como Japón). Si bien una parte de esos aranceles ha sido suspendida por 90 días, lo que ha quedado en esa zona del mundo es un fuerte sentimiento de incertidumbre y desconfianza hacia Trump.

Esa incertidumbre y desconfianza entre los aliados de EU, sumada a la espiral ascendente que se ha activado entre Washington y Beijing, son incentivos perfectos para que China siga adelante con acciones que rebasan el ámbito comercial, y que demuestran su disposición a usar su fuerza militar en su región.

Esa combinación de factores, es la que incrementa el riesgo de incidentes militares o choques limitados, especialmente si en Washington se toma la decisión de demostrar a China que la máxima superpotencia del mundo, sigue considerando Asia Pacífico como una región prioritaria en lo militar, y sigue determinada a contener la expansión china en esa y otras zonas del mundo.

Para ser claros y repitiendo lo que dije al inicio, las probabilidades de un conflicto armado mayor entre superpotencias nucleares siguen siendo enormemente bajas dados los impensables costos que esas superpotencias tendrían que pagar en caso de desatarse una guerra entre ellas, lo que, en un escenario catastrófico, podría incluir su propia destrucción. Sin embargo, la gota que la guerra comercial está añadiendo al vaso parece ser de una mayor magnitud de lo que inicialmente pensamos, por lo que detener la espiral y la lógica automática de acción-reacción, se vuelve una necesidad que rebasa con mucho al ámbito comercial.

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