El verdadero impacto de Trump en la vida de millones de mexicanos
23 Abr 2025
Opinión de Carlos López-Moctezuma | El Heraldo de México |
Es inevitable hablar del contexto actual sin mencionar el gran impacto que ha tenido, y sigue teniendo, la figura de Donald Trump. Sus decisiones, y discursos controversiales han aumentado, una vez más, la incertidumbre en el país. Aranceles, endurecimiento de políticas migratorias, devaluación del peso… casi a diario hay un nuevo mensaje que mueve los mercados e impacta los planes de empresas y gobierno en México.
El foco de todo esto ha estado, como en la mayoría de los casos, en las grandes empresas y en el impacto macroeconómico: ¿qué harán las automotrices?, ¿cómo afectará esto al nearshoring y al PIB?, ¿qué estrategia deben seguir las compañías para enfrentar este entorno cambiante?
Pero pocas veces volteamos a ver al consumidor, al ciudadano de a pie, a ese que no aparece en los reportes financieros, pero que carga con las consecuencias. ¿Qué enfrentarían María López o Andrés Pérez si se incrementaran los aranceles, si se cayera una inversión o si se encarecieran los alimentos y productos básicos? Hoy quiero centrarme en ellos, en las personas que vivirían las consecuencias cotidianas de estas tensiones geopolíticas.
Imaginemos un escenario que, aunque hipotético, podría materializarse en este contexto. Pensemos en María López, quien trabaja desde hace ocho años en una planta manufacturera de autopartes en el norte del país. Su jornada empezaría en la madrugada y terminaría después de las 8 p.m. Su esposo, Andrés, habría emigrado a Texas hace tres años con la esperanza de conseguir un mejor sueldo y enviar remesas para ayudar a sacar adelante a sus dos hijos.
Para María, el regreso de Trump a la presidencia de Estados Unidos no sería un tema lejano, y empezaría a resentirlo. Si se concretaran nuevas amenazas de aranceles, la empresa donde trabaja podría comenzar a recortar horas extra y turnos completos. Le dirían que es algo preventivo, pero ella viviría al día, y una reducción del 15% en sus ingresos haría una gran diferencia.
Además, Andrés, trabajando en construcción en Houston, optaría por tomar empleos con mayor cautela para evitar exponerse a una deportación. Esto tendría un doble efecto: una escasez de mano de obra en sectores como construcción, agricultura y hostelería en EE.UU., y una caída en las remesas que llegan a millones de familias mexicanas.
A María y su familia ya no les alcanzaría para cubrir sus gastos diarios. El aceite y el arroz u otros productos podrían estar más caros que hace un mes, porque, como muchos productos, dependen de cadenas de suministro globales. Aunque México produce parte de lo que consume, también importa una gran proporción. Con un peso más débil, esos productos se encarecerían. Al mismo tiempo, los productores nacionales se verían presionados por los aranceles, ya que los importadores exigirían menores precios para seguir comprando y trasladar parte del arancel a nuestros exportadores.
Las remesas, que antes alcanzaban para pagar medicamentos, la colegiatura de su hija y parte de la despensa, ahora apenas cubrirían lo básico y habría pocas opciones laborales en México que les permitieran compensar esa pérdida. Esto reduciría sus posibilidades de mejorar su calidad de vida en un entorno con cada vez menos oportunidades. Porque sí, las empresas sentirían el golpe… pero el mexicano lo viviría todos los días. La historia de María es un reflejo, posible, pero muy cercano, de la realidad de millones de familias en México. Representa a quienes viven en medio de la incertidumbre económica y cargan con la responsabilidad de sacar a su familia adelante. Y hoy, con el contexto político y macroeconómico que enfrentamos, esas condiciones se podrían volver aún más frágiles. Por eso, las instituciones de servicios financieros no podemos quedarnos de brazos cruzados. Por supuesto, debemos mantener el foco en los negocios: son fundamentales para generar empleo y sostener la economía del país. Pero también debemos ir más allá. Tenemos que estar mucho más cerca del cliente, escuchar sus historias, entender sus preocupaciones y conocer realmente lo que necesitan. Tenemos la responsabilidad de construir servicios que respondan al día a día de las personas. Productos flexibles e innovadores que protejan cuando el ingreso cae, que permitan ahorrar aún con poco, que fomenten la previsión con seguros accesibles y que den alternativas al crédito tradicional. Debemos de implementar programas de educación financiera, no como un tema superficial, sino como una herramienta relevante para que las personas como María se sientan protegidas y empoderadas en situaciones como la actual, en donde el futuro es incierto.
POR CARLOS LÓPEZ MOCTEZUMA
DIRECTOR GENERAL DE BANCOPPEL Y SERVICIOS FINANCIEROS GRUPO COPPEL