¡Es la inclusión, estúpido!
20 Sep 2023

¡Es la inclusión, estúpido!

Gabriel Yàñez Pérez / Debate /

¿Se acuerdan de aquellas memorables palabras (¡economía estúpido!) que iniciaron como un recordatorio al interior del equipo de campaña de Bill Clinton, y que terminaron por convertirse en todo un eslogan propagandístico que identificó en 1992 el triunfo de éste frente a George Bush (padre)? Pues bien, aquellas intencionadas palabras del estratega político James Carville, parecen cobrar vigencia en una adaptación ideológica que, a manera de consigna, mueven hoy los intereses políticos y económicos de quienes ven en la llamada inclusión de género un nicho de explotación.

Y que quede claro que no me oriento hacia esas teorías conspirativas, que hablan del nuevo orden mundial que pretende imponernos una selecta élite económica. No es así, para nada. Sin embargo, , si ustedes quieren a manera de una interesante lectura de ficción, sí resulta gratificante leer el libro “El Club de los Inmortales”, del escritor lituano, Daniel Estulin, un enigmático ensayo sociológico sobre los supuestos planes de los millonarios y poderosas personalidades que integrantes del famoso “Club Bilderberg”.

No pretendo en todo caso referirme de ninguna manera a esas especulaciones que han generado polémica en el mundo, pero a lo que sí aludo, es acerca de los propósitos económicos que están detrás de toda una corriente ideológica, que ha puesto en boga el factor inclusivo como elemento transformador de nuevos paradigmas sociales. Es así que hoy en día, esto de la ideología de género, nos mantiene como una sociedad entretenida en discusiones bizantinas y estólidas que, pretendiendo simular un ejercicio dialéctico, nos está conduciendo a ciertas imposiciones de grupos minoritarios.

Así, lo que estamos atestiguando ahora es cómo la ideología de género se ha convertido es una estrategia persuasiva muy poderosa, donde lamentablemente su propósito esencial se ha tergiversado, pues de ese crisol de principios primigenios que buscaban la defensa de los derechos humanos, la igualdad, la libertad de expresión y la autodeterminación, hemos pasado a los excesos, el libertinaje y una caricaturización del ser humano. Y es que nadie puede negar que las sociedades son cambiantes y dinámicas, de tal modo que es normal y hasta sano que muchas ideas o constructos sociales dentro de ellas, tiendan a aparecer, alimentarse o reformularse constantemente, pero cuando nada tienen que aportar, es cuando hablamos entonces de simples modas o tendencias, como el ahora llamado lenguaje inclusivo, mismo que ha rebasado toda lógica y coherencia lingüísticas.

Todo esto surge finalmente de una percepción errada, que es la idea de equiparar una condición inherente al ser humano, como es el sexo biológico, con una predilección que nace de una finalmente de una atracción, y que, si bien se entiende que puede también tener un carácter innato, nunca habrá de modificar la conformación genética que sólo comprende los dos tipos de género que existen.

Ahora bien, estas preferencias o predilecciones sobre las que cada quien autodetermina su orientación sexual, es decir, el cómo se asumen a sí mismos con respecto a los demás, nos obliga invariablemente a ser conscientes, considerados y respetuosos de ellas. No obstante, lo que no podemos es seguir alimentando, es que dichas preferencias sean consideradas una condición humana como lo es el género o la raza a la que pertenecemos como seres humanos. De ser así, las exigencias que hoy hace la comunidad LGBTTIQ para que, por el sólo hecho de asumirse dentro de alguna de esas preferencias, se les otorguen determinadas consideraciones como cuotas políticas o programas sociales, es abrir la puerta para que mañana o pasado hasta las parafilias sexuales adquieran carta de naturalización. ¿Descabellado?, pues no tanto si consideramos que ya hasta existe una asociación de pedófilos denominada MAP (Minor-Attracted Person), que tienen su propia bandera y exigen ser parte de la comunidad LGBTTIQ, y para ello promueven que la atracción que sienten por los menores de edad, sea normalizado y legalizado, buscando que la pedofilia quede fuera de la lista de trastornos mentales y sea incluido como una orientación sexual más. ¿Inaudito?, pues quienes ven en ello rentabilidad comercial y política me dirán: ¡es la inclusión estúpida!

 


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