Selección Mexicana; rotundo fracaso, negocio redondo
6 Jul 2024Opinión de Eduardo Gaytán Mendieta / Expansión /
Sin importar cuán estrepitosa sea la caída, sin importar el tamaño de la humillación (deportivamente hablando) y, ¿qué más da si ya son 10, 15, 25, 40 decepciones, desamores y desencuentros que nos ha dado ‘el tricolor’? Da igual el escenario: Copa Mundial, Copa América, Copa Confederaciones (que ya se ganó; el garbanzo de a libra), la historia se repite, una y otra y otra vez. El bucle sin fin. Pero no, no vengo a hablar, exponer y mucho menos debatir las carencias y cuitas de la Selección Mexicana desde el punto de vista futbolístico ni deportivo, sino a tratar de comprender junto a ustedes el exitoso fenómeno social y económico que representa ‘el equipo de todos’, y cómo es que, después de tanto traspié, continúa siendo un negocio más que rentable y próspero.
Consideremos pues esta colaboración como un norte corporativo aplicable, más que un recipiente de lamentaciones, injurias e improperios contra aquello que llamamos ‘el equipo nacional’. Y como bienvenida, apenas cruzando el umbral de lo futbolístico, nos encontramos con un muy bien aplicado principio básico de la mercadotecnia, a rajatabla. Creo que reconocer el poder del consumidor, en este caso alrededor de 130 millones de clientes potenciales, es el pilar más sólido sobre el que descansa el producto denominado Selección Mexicana. Al cliente lo que pida. ‘Llegaremos al quinto partido’, ‘ahora sí conquistaremos Sudamérica’, ‘imaginemos cosas chingonas’, ‘¡sí se puede!’. Decirle al consumidor aquello que quiere escuchar. Y ¿cuál es el ingrediente secreto de esta estrategia ganadora? ¿Nacionalismo, sentido de identidad, sentido de pertenencia, creación de comunidad, deseo de triunfo, el nuevo jersey original? Todas son correctas. Todas y todos somos México, por lo tanto, todas y todos estamos invitados a la fiesta. A la fiesta que genera miles de millones gracias al retorcido patriotismo que, a lo largo de los décadas, los directivos han consolidado y perfeccionado; 3,600 millones de pesos sólo por derechos de transmisión, sin contar patrocinios, boletaje ni mercancía. Millardos y beneficios económicos única y exclusivamente para los empresarios, ¡y está bien! porque eso es justamente la Selección Mexicana, un negocio, ¡y vaya negocio! ¿A cambio de qué? De esperanza. Sin embargo, en este punto es necesaria una reflexión enfática con tintes de aclaración y señales de advertencia: el futbol no es la patria. Mucho menos la guerra. La selección no tiene himno. México no es quien juega. Insisto, es un equipo de futbol, no más. Frases como ‘el equipo de todos’, ‘somos México’, y ‘jugamos todos’, no son más que una creativa retahíla confeccionada por los medios y por los de ‘pantalón largo’ para enardecer el pseudo nacionalismo del que ya hablamos, y por supuesto, fortalecer el ‘business’. Y considero que, este discurso de patriotismo futbolero que pareciera estar más que desgastado y devaluado, social y económicamente continúa funcionado a las mil maravillas, al generar una derrama económica multimillonaria en nuestro país, y ¿qué decir de los dólares provenientes de la nostalgia de nuestros compatriotas en Estados Unidos? Y aquí sí, todos ganan; los restaurantes, los bares, los 2×1 en ropa tricolor, los viajes para ir a apoyar al ‘Tri’, las casas de apuestas… Insisto, negocio redondo mediante la venta de un producto que promete nacionalismo (pero obviamente no lo cumple, ni de cerca), y del que la afición, es decir la población mexicana, no obtiene ningún beneficio más que la esperanza de ver a “su equipo” (que en realidad no lo es) triunfar y avanzar, o la decepción de que “México” (que en realidad no lo es) quede eliminado una vez más. Entonces, la esperanza, la expectativa y el morbo, venden.
Y desde mi punto de vista, la zona en la que juguemos (y no hablo únicamente de futbol, sino de negocios) también es determinante. No es que la Selección Mexicana haya decidido pertenecer a una de las confederaciones más cómodas y menos competitivas del planeta, sino que la geografía fue amable para que, por mucho tiempo, se posicionara como el gigante de la Concacaf (que ya no lo es). Una zona de confort, en la que ganarle a Honduras, a Guatemala, y lanzar una plegaria ante Estados Unidos generan mucho dinero, pero un grave estancamiento en lo futbolístico (¿qué más da?). Concluyo con las enseñanzas que, desde mi perspectiva y corporativamente hablando, nos deja la selección: dale a tus clientes un sentido de pertenencia, crea comunidad, eleva el sentimiento nacionalista, vende esperanza, y aún más importante, aprovecha las condiciones de la zona en las que juegas, y/o busca aquella confederación en la que te conviertas en un gigante. Entonces, ¡ganemos! y no me refiero al futbol.