Un país de rateros
23 Abr 2025
Opinión de Julio Patán | El Heraldo de México |
La escena la vemos, por lo bajo, una vez a la semana. Un tráiler cae sobre el costado luego de agarrar una curva a alta velocidad, o de precipitarse a una zanja porque intentó esquivar a un autobús, o de pegarle a cuatro coches y una pick up porque el conductor se quedó dormido, o de arrasar con una caseta de cobros por falta de frenos, y los vecinos de la población más cercana, tal vez no todos, pero muchos, se lanzan a la carretera a robarse lo que sea que transportara el camión, desde salchichas de pavo, hasta puercos que corren desesperados, hasta sartenes, chelas y, como vimos recientemente, motos.
Para decirlo con claridad, estamos ante un fenómeno de ratería colectiva que se repite al margen de la geografía, el contenido del tráiler, la hora del accidente y —a menudo— del hecho mismo de que el conductor esté atrapado, malherido, en la cabina (salchicha de pavo mata a amor por el prójimo). Y un fenómeno que, por supuesto, no se limita a los tráileres.
En esencia, eso, el robo tumultuario, es lo que vimos en Acapulco cuando el huracán: vecinos, muchos, saqueando tiendas en medio de la devastación.
Hubo intentos de justificarlo por la desesperación popular, pero se vieron abortados por el hecho de que la gente, en demasiados casos, no se estaba embolsando agua potable, comida o medicinas para salvarse y salvar a los suyos, sino televisiones o consolas, junto con el carrito de súper que usaban para trasladarlas.
Es, también, lo que hemos visto alrededor de algunas tuberías perforadas para el huachicoleo. El pueblo bueno llega a beneficiarse de la iniciativa del crimen organizado, en ocasiones con resultados espantosos de muertes por explosión y quemaduras.
En fin, que puede ser que Peña Nieto tuviera razón al decir que la corrupción es cultural.
En otras palabras, es momento de preguntarse por la conexión entre la extendida propensión al saqueo de nuestros políticos, un fenómeno transexenal que ha adquirido niveles inéditos de cinismo con la 4T, y el otro saqueo: el de tráileres, el que vimos con el huracán o el de las masas empuñando los bidones para chingarse la gasolina que nos pertenece, dicen, a todos.
De la misma manera, ya que estamos, los vendedores ambulantes se roban la luz y la banqueta, una práctica que comparten con algunos restauranteros sin escrúpulos (no todos: por supuesto que se vale el comercio en la vía pública, mientras se respeten las leyes y la propiedad común) e incluso con vecinos también sin escrúpulos que entienden que la calle frente a su casa es parte de su casa y siembran tubos para que nadie se estacione. No vamos a decir que México es un país de rateros; no lleguemos a tanto. Sin embargo, la próxima vez que un político diga que es uno con el pueblo, que se identifica con él, dale la razón. Haz eso, y llévate la mano a la cartera. POR JULIO PATÁN COLABORADOR @JULIOPATAN09